Guinda
y blanco
El miedo a tu nombre
comenzó
en el
mismo instante
en el
que comenzamos.
Tu boca oceánica y pacífica
se abrió en primavera
entonces abrí mis candados
aterrado
una vez
más
por la
posible consecuencia.
Tengo miedo limeña.
¿Qué
será de mis ojos
cuando
la marea pedregosa de los tuyos
no
vuelva a tocar mi orilla?
¿Serán,
tal vez, dos gotas del más puro silencio
derramadas
en versos que insistirán en chocar
contra
las morenas paredes de tu cuerpo?
¿O serán algarabía barata y
alcohólica?
¿Serán
tierra muerta, resquebrajada
por la
sequía de turno?
¿O serán golondrinas sin rumbo
desconcertadas por el brillo
del cartón
que cubre la noche toda?
¿Serán
piedras luminosas o faros apagados?
¿Serán
dos panes cerrados o dos hambres abiertos?
¿Serán balcones de madera de
la Avenida Salaverry
o dos
rieles heridos de Atocha?
¿Serán mis ojos adoquines de
Cusco o de Buenos Aires?
¿Serán,
en fin, extrañarte?
Este miedo a estar cerca de tu
nombre
cruje como lo hacen en otoño
las veredas de Mendoza
grita
como la espuma que intenta aferrarse
con uñas y dientes al vestido
de la ola que se va y la deja
tiembla como el paso que daré
mañana a las 4 y 20
cuando mi andar me lleve
al reencuentro ecuatoriano
con Bernardita Maldonado
quien supo adelantarse y
escribir que
la próxima estación también es
esperar.
Temo que el fuego de tu voz
se apague un día por mi llanto
y deje de quemar las voces
predecesoras
que insisten en aturdirme.
Temo.
Temo y grito este cariño en
tinta azul nostalgia
que
nunca escucharás
o tal
vez sí lo escuches
cuando una tarde te subas
al bus guinda y blanco
que te llevará a Chorriyos
o
cuando leas en una cartelera
la
palabra poesía
o
cuando oigas el inconfundible acento
de un
argentino
o
cuando veas un Sombrero marrón
del
cual pendan muchos senderos.
Comprendo que las agujas de tu
reloj
van en la dirección correcta
y que mis tictases giran
en sentido opuesto y sin ritmo
cardíaco.
Lo comprendo y me da miedo.
Sí,
tengo miedo limeña...
es
terrible saber que en la esquina
del
próximo verso
tal vez
he de
olvidarte.
Cabo Blanco, Perú
Soneto
aliñado con Vilariño
a la escritora uruguaya Idea
Vilariño.
Mi
mano endecasílaba es mi muerte,
el
Sombrero marrón es mi escondite,
escribir
es mi modo de perderte,
llorar
pupila adentro es mi desquite.
El
Sombrero marrón es mi escondite,
mi
mano endecasílaba es mi viento,
llorar
pupila adentro es mi desquite
llorar
pupila adentro es mi tormento.
Mi
mano endecasílaba es mi viento,
la
voz de mis Sonetos es eterna,
mi
mano endecasílaba es mi muerte.
Llorar
pupila adentro es mi tormento,
la
voz de mis Sonetos es eterna,
escribir
es mi modo de perderte.
Mendoza,
Argentina
Tranquila, mujer luz
a la
escritora española
Pilar de Juan Cantón
Tranquila,
mujer luz, mujer batalla,
amante
de palabras y del arte,
tranquila
que aquí estoy para abrazarte:
entre
tu voz y mi hombro no hay muralla.
Sigue
el simple consejo de un canalla:
no
escuches si Alfonsina quiere hablarte.
No
hay espina más triste que mirarte
en
el espejo cruel de aquel que calla.
Siempre
hay piedras, cenizas y agujeros,
tristezas
y alegrías con Sombreros,
no
hay nadie que se salve de este asunto.
Que
los miedos no tiren tus pilares,
que
se pierda la luna por los bares.
Soneto y pena, acaban en un punto.
Benidorm,
España
Si no se nos quita
No
importa adónde corras con tu olvido,
ni
cuántas bocas bese tu despecho,
lo
bello del amor ya lo hemos hecho
y
no hay adiós que borre lo vivido.
No
tendrás lo que aquí siempre has tenido,
ni
yo podré dormir si no es tu pecho,
no
importa cuántas veces me he deshecho,
ni
cuántas veces saque otro vestido.
No
importa la verdad cuando es mentira,
ni
la burla, ni el peso de la espuma,
ni
el veneno que se hace agua bendita.
No
importan los estados de la ira,
no
importa la distancia ni la bruma.
Qué
más da, si este amor no se nos quita.
Madrid, Epaña-2008
Al irte
Ven a darme
(si
quieres)
una galleta de tu tiempo
la
última
una astilla de tu aliento
la
única
un gajo de tu llanto
consuelo
ven
y al irte
olvídate una tuerca
un cajón
un collar de sueños
olvídate un murmuro en mi
espejo
o un estornudo
en la punta de la cama
déjame
(si
quieres)
el témpano de tus tobillos
y la bravura de tu espalda
y tu mirada -un poquito-
y tu voz -otro poco-
tu perfume a sur
y tu azul montaña
déjame una nota sobre la mesa
que diga lo que quieras
aunque
no quieras nada
olvídate una letra de tu
nombre -la segunda-
colgada en el clavo torcido
de la pared gastada
impregna de tu fuerza
cada zócalo
cada arista
porque al irte
el miedo
volverá a querer apagarme
volverá a querer callarme
volverá a quererme
volvererme
o volverarme
sino vas a dejar algo tuyo
entonces
llévate el vacío
no me lo dejes
mi casa está llena y no hay
espacio
y si decides no regresar
al cerrar la puerta
(si
quieres)
llévate la llave
porque después de toda tú
nadie saldrá
nadie entrará
ni el aire
ni el verbo
ni todo
yo.
Loja, Ecuador
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